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Mostrando entradas de 2011
A tan corta edad no son tumbas sino nidos de insectos vibrantes casas civilizadas en pergamino resistencia del tiempo que se desgaja oraciones dubitativas. De rodillas flotan en los acantilados escucho mientras desentierro soy una niña sanadora me apuro inválida en la costumbre.
Quizás los restos vencidos de aquellas miradas fugaces deseosas de ser encuentro claman.
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Mis huesos se los comerán los perros habrá paz en la casa finalmente descansaremos.
Agua seca agua mirador vehemente arde la corteza del árbol sosegado esperar a que sucedan frutos y agujas por nosotros la nada vagabunda en un disparo mensajero doce meses palidez  o estallido sobrenatural.
Fragilízate ahora.
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Cuando lo imprevisible habita en las mejillas espero el silencio candente para no naufragar. Puentes vegetales de siglos bajo  los que mudar la piel salada y deshecha a mordiscos para sobreanidar en la nieve reciente para iluminar.
Durante aquel largo viaje nadie se movió. ¿Lo escribirás en la arena?
Caminando entre charcos de palabras extraordinarias hay un duelo a las nueve y cuarto en las afueras. Ojo por ojo moldean calendarios.
La boca bien abierta en la frontera de los sentidos -casi dolor azul- acapara todo lo que no se oye ni razona salvo el antiguo eco inconcluso y migratorio hoy susurro penitente de un nombre cualquiera perdido bajo la piel cicatrizando la memoria de los cuerpos minerales recogiendo pequeñas semillas carbonizadas. Tiembla y seduce.
Intenta ponerte de espaldas en los días impares sucede  con los mejores jinetes cuando se agitan pausadamente y sin acritud. Son las reglas del último nocturno estival o el desmayo inútil o la pólvora caducada. Pequeñas iglesias vivas en las yemas de los dedos me preparo para la calcificación.